«SUICIDIO: HOMICIDIO A UNO MISMO» Dr. J.C.Gimenez

La palabra suicidio significa “sui” si mismo “cidium” matar. Se plantea que esta fue introducida por el abate Desfontaines en el siglo XVIII, pero las raíces del suicidio como fenómeno son muy lejanas, no existiendo períodos en la historia de la humanidad en que no se haya practicado. En Grecia y Roma las referencias a los suicidios son innumerables y por diversos motivos: por conducta heroica y patriótica, por vínculos societarios y solidarios, por fanatismo, por locura, por decreto (Sócrates), suicidio asistido por el Senado. Durante la antigüedad clásica el suicidio del enfermo de “enfermedad incurable por necesidad” fuese una alternativa razonable; en Roma sólo se penaba el suicidio irracional. Prevalecía la idea de que quién no era capaz de cuidar de sí mismo, tampoco cuidaría de los demás, por lo que se despreciaba el suicidio sin causa aparente. Se consideraba que el enfermo “terminal” que se suicidaba tenía motivos suficientes. Se aceptaba pues el suicidio provocado por “la impaciencia del dolor o la enfermedad”, ya que según decían se debía al “cansancio de la vida, la locura o el miedo al deshonor”. El suicidio es una de las acciones voluntarias más difíciles de explicar ya que es una conducta que va en contra de la propia existencia. 

La tasa global de suicidios ha sufrido un aumento importante en las últimas décadas, no sólo en los países desarrollados sino a nivel mundial.

El suicidio se produce en todo el mundo y puede ocurrir a cualquier edad;  aumentando su frecuencia con el tiempo aunque más en hombres que en mujeres. A nivel mundial, las tasas de suicidio son más altas en las personas mayores de 70 años y más, excepto en algunos países donde las más altas se encuentran entre los más jóvenes; y en los cuales es la segunda causa principal de muerte en 15 a 29 años de edad a nivel mundial. Según datos de la Organización Mundial de la Salud ya había diferencia en las tasas de suicidio por 100.000 habitantes en 1950, hombres el 16%, mujeres el 5%. En 1995 la tasa en mujeres era del 7%, sin embargo en hombres era del 24%. En el año 2.000 las muerte por suicidio casi llegó a 1.000.000 de personas, un caso cada 40 segundos, con una tasa de mortalidad global de 16/100.000 habitantes. 

En los últimos 45 años las tasas de suicidio se han incrementado en un 60% en el mundo, siendo la muerte por suicidio la 3ª causa entre los 15 y 44 años en ambos géneros.

Las enfermedades mentales, principalmente la depresión y los trastornos por consumo de alcohol, el abuso de sustancias, la violencia, las sensaciones de pérdida y diversos entornos culturales y sociales constituyen importantes factores de riesgo de suicidio. Se estima que a nivel mundial el suicidio en el 2020 la carga global de morbilidad representará el 2,4% en los países con economías de mercado y en los antiguos países socialistas. Aunque tradicionalmente las mayores tasas de suicidio se han registrado entre los varones de edad avanzada, las tasas entre los jóvenes han ido en aumento hasta el punto de que ahora estos son el grupo de mayor riesgo en un tercio de los países, tanto en el mundo desarrollado como en el mundo en desarrollo. Los trastornos mentales (especialmente la depresión y los trastornos por consumo de alcohol) son un importante factor de riesgo de suicidio en Europa y América del Norte; en los países asiáticos, sin embargo, tiene especial importancia la conducta impulsiva. El suicidio es un problema complejo, en el que intervienen factores psicológicos, sociales, biológicos, culturales y ambientales. Cada año, por cada suicidio cometido hay muchos más intentos de suicidio. Significativamente, un intento previo de suicidio es el factor de riesgo más importante de suicidio en la población general.

Los tres trastornos psicológicos más importantes que se han asociado con los intentos suicidas son: fracaso en la resolución de problemas interpersonales, altos niveles de desesperanza con respecto al futuro y una mala regulación del afecto.

En la mayoría de las ocasiones la persona que realiza un acto suicida pone en juego su vida para que su vida cambie, ya que lo que puede ir buscando es que su vida sea otra porque la vive está llena de un sufrimiento inaguantable. También se han estudiado algunos rasgos que pueden presentar tendencias suicidas como: la tendencia al aislamiento social, la presencia de una baja autoestima, baja autoeficacia, pobre autoconcepto, sentimientos de abandono y desesperanza, visión negativa de sí mismo y su entorno, niveles elevados de impulsividad. Los rasgos de personalidad más frecuentes en los adolescentes suicidas son hostilidad, impulsividad, rabia y baja tolerancia a la frustración. El suicidio es un homicidio contra uno mismo, en el que la agresividad que se siente hacia el entorno se dirige hacía uno mismo.

La OMS clasifica las tasas de suicidio de una comunidad en función del número de suicidios/cien mil habitantes/año. : <5 suicidios/100.000 habitantes/año se consideran bajas, entre 5 y 15 medias y entre 15 a 30 altas, >30 muy altas.

Las tasas de suicidio no tienen una distribución igual en la población general. Un marcador demográfico importante del riesgo de suicidio es la edad. A nivel mundial, las tasas de suicidio tienden a aumentar con la edad. Aunque tradicionalmente las tasas de suicidio han sido más alta entre los varones de edad avanzada, las tasas de los jóvenes se han ido en aumento hasta tal punto que ahora son el grupo de mayor riesgo en un tercio de los países, tanto en países desarrollados como en los países en desarrollo. Las tasas de suicidio de los hombres son superiores a las observadas en las mujeres, llegando a cuadriplicar la cifra. Los intentos de suicidio son más frecuentes antes de llegar a la mediana edad. Los intentos de suicidio son particularmente frecuentes entre las adolescentes solteras y entre los solteros alrededor de los 30 años. Aunque las mujeres intentan suicidarse con una frecuencia tres veces mayor que los hombres, éstos consuman el suicidio en una proporción cuatro veces mayor que ellas.

Las tasas de suicidio son mayores en las áreas urbanas que en las rurales.

Con respecto a la etnia, la prevalencia del suicidio entre los blancos es aproximadamente el doble de la observada en otras razas, aunque recientemente en los Estados Unidos se ha informado una tasa más alta en los negros. Se ha observado que los individuos blancos se suicidan con mayor frecuencia, casi el doble, que los individuos de otras razas y que pertenecer al mismo grupo étnico se asocia con tasas similares de suicidio. Las personas casadas tienen menos probabilidades de intentar o de consumar el suicidio que las personas separadas, divorciadas o viudas que viven solas. Los suicidios son más frecuentes entre los familiares de quienes han realizado un intento o se han suicidado.

El suicidio crónico: existen personas que adoptan una forma de “suicidio crónico”, donde se “muere un poco todos los días”, debido al estilo de vida que han elegido, ya sea por hábito o adicción, por el que van a llegar al mismo objetivo que los suicidas: destruir primero la salud y luego la misma vida. 

Se ha señalado que el 90% de quienes se quitan la vida tienen algún tipo de trastorno mental, y que el 50% de los suicidas cumplía los criterios de depresión, aunque esta asociación es algo más débil en los países asiáticos. Patologías como el cáncer, el sida, la esclerosis múltiple o la epilepsia también aumentan el riesgo, según se han constatado algunos autores, Hawton y Van Heering, 2009. Respecto al sexo, la tasa es doble en hombres que en las mujeres, aunque estas diferencias no son tan acentuadas en los países del Tercer Mundo; paradójicamente en China, se suicidan más mujeres que varones. También difiere la tasa de suicidio según el estado civil, con un mayor riesgo en personas viudas, divorciadas y que viven solas, que las casadas. Se ha señalado que las personas que no profesan ninguna religión tienen una tasa más alta de suicidios que los creyentes, y entre estos, la tasa más alta es la de los budistas, seguidos de los cristianos, hindúes y por último los musulmanes. Muchos suicidios ocurren en las cárceles, por ahorcamiento, especialmente en hombres jóvenes que no han cometido crímenes violentos.

Distribución geográfica:  La Organización Mundial de la Salud señala que las tasas más altas de suicidio se observan en Europa del Este (Bielorusia, Estonia, Rusia Hungría, Finlandia y Lituania), conocido geográficamente como “cinturón suicida” por algunos investigadores del tema.                                                                                                          Según la OMS las tasas de suicidio también son altas en países isla, como Japón, Cuba, San Mauricio, Sri Lanka).  Las tasas bajas de suicidio se encuentran en los países islámicos del Mediterráneo, en América Latina (Colombia y Paraguay) y en algunos países de Asia (Filipinas y Tailandia). En otros países de Europa, en Canadá y Estados Unidos, y en partes de Asia y el Pacífico las tasas tienden a ubicarse entre estos extremos (Alemania, Polonia, Suecia, Noruega, Canadá, Estados Unidos y una tasa algo superior Francia, Suiza, Austria, Dinamarca y Ucrania), Guibert Reyes, 2002. Lamentablemente, se cuenta con poca información sobre el suicidio en los países de África.

Prevención del suicidio: como es un problema trágico, debe estar prevenido por la salud pública. Los esfuerzos para prevenir el suicidio deben estar basados en las investigaciones que muestran los factores de riesgo y de protección que pueden ser modificados, como también los grupos de personas que son más apropiados para la intervención preventiva. 

«La prevención del acto suicida no es un problema exclusivo de las instituciones de salud mental, sino de toda la comunidad en su conjunto». 

El suicidio es el prototipo de las condiciones que no se pueden tratar, sino prevenir, es un proceso dinámico en que las  conductas suicidas suelen darse en forma progresiva, de tal manera que la ideación suicida es una condición necesaria para desplegar acciones suicidas. Sin embargo, la predicción de quiénes progresarán a un suicidio consumado es difícil de hacer. En todos los casos de conductas suicidas, el estudio de factores de riesgo debe considerar la naturaleza multifactorial de dicho fenómeno 

La multicausalidad del fenómeno del acto suicida sugiere que las estrategias de prevención deben ser también múltiples. El abordaje preventivo, por tanto, tiene que partir de un enfoque multidisciplinario, y a la vez desde un plano individual y de salud pública. La prevención del suicidio a nivel individual enfatiza el diagnóstico, el tratamiento y seguimiento del trastorno mental (depresión, esquizofrenia, drogodependencia y estrés). El enfoque de salud pública cuenta con estrategias para la prevención del suicidio como las campañas de salud mental, despistaje en los colegios, diagnóstico precoz del abuso de drogas, de la depresión y del estrés, como también el control del acceso a los medios para cometer suicidio.  La Organización Mundial de la Salud recomienda la información responsable sobre el tema en los medios de comunicación, evitando el lenguaje sensacionalista y la descripción explícita de los métodos utilizados. La identificación precoz y el tratamiento de los trastornos mentales es otro a de las formas para prevenir este tipo de muertes. También es muy efectivo el seguimiento por parte de los trabajadores de la salud a través de contactos regulares, incluso por teléfono o visitas a domicilio, para personas que han intentado suicidarse, junto con la prestación de apoyo a la comunidad, puesto que las personas que ya han intentado suicidarse corren el mayor riesgo de volver a intentarlo.

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