DESDE HIPÓCRATES A LA MEDICINA CIENTÍFICA
Para comprender la medicina moderna tenemos que remontarnos al siglo XIX, en el cual, despues de siglos de deambular erraticamente, la Medicina comienza a ser una ciencia aplicada, dependiente de una ciencia pura que es la biología. Claude Bernard fue el auténtico fundador de la medicina científica, donde a partir de él, su base será el conocimiento fisiopatológico. El cuerpo humano se presenta deja de apreciarse con una visión anatomo-fisiológica, sino como una unidad dominada por factores orgánicos internos y la normalidad se establecerá por las variables estadísticas que marcarán la diferencia entre lo normal y la anormal. La enfermedad se entiende entonces como un desorden cuantitativo, es decir, como una función anormal por un nivel perturbado, exagerado o anulado del órgano. De tal forma que convierte a la medicina en la ciencia de la enfermedad y ésta aparece como una perturbación que hay que combatir. Pero en este proceso los síntomas subjetivos, muy valorados en la medicina precientífica, irán perdiendo peso frente a los signos objetivos: el laboratorio y el hospital pasan a ser los escenarios centrales del discurso y la práctica médicas, que serán los lugares de observación y control que posibilitarán una práctica sistemática.
La medicina hipocrática tenía más relación con el enfermo; cuando se convirtió en ciéntífica, comenzó a relacionarse más con la enfermedad. Aunque hubo un cambio sustancial. Todo este proceso derivó en una medicina objetiva, hoy basada en la evidencia, que presume un riesgo: la paulatina desaparición del sujeto médico y del sujeto enfermo. No son pocos los médicos que reconocen que su trabajo dejó de ser una maestría, basada en el buen hacer que deriva de su experiencia singular. Se observa que hay menos contacto humano, incluso hasta se pierde la dimensión de los síntomas que surgen del relato del paciente. Se ha perdido también la capacidad de escuchar la palabra del enfermo, cuando es el lenguaje, no lo olvidemos, lo que nos humaniza.
Sin comunicación, el médico corre el riesgo de convertirse en veterinario de seres humanos. Asume el rol de un técnico especializado que se limita aplicar asépticamente un procedimiento neutro, con el cual cual, tanto el diagnóstico como el tratamiento tienen un carácter exclusivamente objetivo.
A partir de esta instancia los médicos se fueron adaptando a tratar con enfermedades y no con enfermos, no dando oportunidad al paciente del relato biográfico, que revela la dimensión de sufrimiento y su malestar. La palabra del enfermo se fue devaluando, a tal punto que hoy se redujo a la queja molesta de un lego que sólo debe escuchar y obedecer lo que le dice el único que sabe, que es el médico. Por suerte, a partir de los años 60, especialmente por la influencia del libro del inclasificable Ivan Illich titulado Némesis médica, aparece un movimiento crítico hacia la medicina oficial que recogerá, entre otros aspectos, el tema de su deshumanización.
EN BUSCA DE LA HUMANIZACIÓN PERDIDA
La acción humanista desarrolla y sostiene las relaciones y fomenta el desarrollo de los demás. El cuidado humano de las personas se demuestra mediante comportamientos específicos como escuchar y comunicarse bien, considerando el bienestar psicológico del paciente, reconociendo la individualidad del paciente, tratando al paciente y a la familia con respeto, mostrando empatía y generando confianza. El ejercicio profesional incursiona en dos planos: el racional, que representa los dominios cognitivos del conocimiento, las actitudes y las creencias y el emocional, que epresenta los dominios emotivos de la empatía, la compasión y la conexión.
Los dominios cognitivos a menudo se asocian con el profesioinalismo y los dominios emotivos con el humanismo, pero es la conexión entre los dos lo que es vital para la educación y la práctica humanística.
Actuar tiene consecuencias y generea reacciones en los compañeros, los pacientes y los alumnos. Cada pequeño acto de bondad puede retroalime tar el ciclo de conciencia reflexiva conciente y despertar el humanismo.
La reflexión personal, es fundamental para el desarrollo como médico humanista. Es un proceso interno, tanto racional como intuitivo, que implica apartarse de la avalancha de actividades para evaluar la información y la experiencia y estar abierto al aprendizaje y al desarrollo. La acción humanista desarrolla y sostiene las relaciones y fomenta el desarrollo de los demás. El cuidado humano de las personas se demuestra mediante comportamientos específicos como escuchar y comunicarse bien, considerando el bienestar psicológico del paciente, reconociendo la individualidad del paciente, tratando al paciente y a la familia con respeto, mostrando empatía y generando confianza.
CONCLUSIONES
Actuar tiene consecuencias y genera reacciones en los compañeros, los pacientes y los alumnos. Cada pequeño acto de bondad puede retroalimentar el ciclo de conciencia reflexiva-consciente y despertar el humanismo.
La reflexión colectiva implica experiencias compartidas y normas culturales que pueden apoyar o frustrar el humanismo. Para fomentar el humanismo en la medicina, se debe valorar tanto las comodidades de la atención de la salud, como la prestación de atención basada en la evidencia de enfermedades individuales, como las relaciones que engendran la comprensión de la experiencia de la enfermedad del paciente, permiten que la atención se integre y personalizado, y en última instancia, permitir la curación.
El soporte del sistema debería incluir una amplia variedad de elementos estructurales, desde políticas financieras y plantas físicas hasta la funcionalidad de un registro de salud electrónico. Todos estos elementos pueden potencialmente influir en la capacidad de los médicos para desarrollar la cultura humanística. Cada palanca ejerce su propio efecto, creando los entornos personales, interpersonales y del sistema que fomentarán el humanismo en la educación y la práctica. Un sistema de apoyo que proporciona tiempo y valores, espacio emocional / mental para la reflexión colectiva, puede llegar a fomentar y permitir la reflexión personal de los individuos, lo que a su vez va a sustentar el aprendizaje autorregulado y la acción humanística entre los profesionales.
En la Medicina moderna es necesario un marco interpretativo práctico para comprender el humanismo a través de la lente de cómo se enseña y se aprende. Comenzando con una búsqueda de tensiones clave y conocimientos relevantes en la literatura sobre el humanismo en la educación de las profesiones de la salud, con un modelo conceptual diseñado para fomentar la reflexión y la acción.
Tendría que haber programas para la enseñanza del humanismo a través de la literatura, en grupos pequeños junto a la cama del paciente a fin de capacitar que los profesionales de la salud adopten y encarnen una atención humanizada.
Aunque la literatura sobre profesiones de la salud lamenta una erosión constante del humanismo, el profesionalismo y el significado de la medicina, se debe intentar profundizar sobre el tema en el pregrado, tanto en los contenidos teóricos como en los prácticos. El objetivo es que nutriendo de humanismo a la educación y a la práctica, se aporte un modelo conceptual conciso que sirva de marco para la reflexión y la acción no sólo individual, sino también colectiva.