COVID-19: EL DÍA DESPUÉS

La pandemia del #COVID 19 tiene un enfoque biológico y otro psicoaocial: por un lado reveló la ignorancia sobre virus y las falencias del sistema sanitario; y por otro, puso en evidencia la inequidad social, desnudando lo mejor y lo peor de nuestra condición humana. Nos enseña que somos seres emocionales, que aprendimos a pensar. Nos recuerda la reflexión en La Peste, de A.Camus,“…las peores epidemias no son biológicas, sino morales”. En las situaciones de crisis, puede emerger lo peor de la condición humana: insolidaridad, egoísmo, inmadurez, irracionalidad. Pero también aparece lo mejor, la empatía de quienes sacrifican su bienestar para cuidar y proteger a los demás. Es la primera vez que sucede una crisis no proveniente de factores financieros o económicos, sino de la propia biología humana. Provoca pánico porque escapa a nuestro saber: no lo conoce la medicina, ni lo conoce nuestro sistema inmunitario.

Nos recuerda que aquella sentencia de Schopenhauer que “la salud no es todo, pero sin ella todo lo demás es nada” cada día cobra más vigencia. Cómo el virus irrumpió bruscamente en una sociedad desprevenida, está provocando un cambio en la rutina diaria y hasta en el estilo de vida.

Cuando tomamos conciencia de nuestra vulnerabilidad y cuando la Medicina no brinda certezas, nos invade el temor ante lo desconocido. Percibimos qué hay cosas que nos rodean que se devalúan y otras que se revalúan. Una de ellas es la salud. Los elementos que nos daban seguridad y confianza, ya no son suficientes. En consecuencia, la salud, ese ¿bien? muchas veces ignorado y otras descuidado, está en riesgo de perderse y para algunos ancianos, también la vida. Muchos necesitaron una pandemia para entender que la salud es un bien.

“El aislamiento, el distanciamiento físico, el cierre de escuelas y lugares de trabajo, son desafíos que nos afectan, y es natural sentir estrés, ansiedad, miedo y soledad en estos momentos”, dijo el jefe de la OMS para Europa, Hans Kluge, cuando se inició la pandemia.

Un virus desconocido hasta ayer, hoy resulta que está presente en todas las actividades cotidianas: lo encontramos en  las  noticias, en el relato de familiares y amigos y en las redes sociales,.. Pero también lo está en las actividades que realizan en la cuarentena obligatoria: muchos debieron aprender medidas imprescindibles de la noche a la mañana y aspectos de una situación inédita.

Lo más desconcertante (y quizás lo que más miedo da) es el silencio. Las grandes metrópolis, bulliciosas y estruendosas por naturaleza, ya no lo son. El silencio se está adueñando poco a poco de sus calles. Los bares y restaurantes están cerrados. Circulan menos autos, los transeúntes se han reducido drásticamente y muchos de quienes se aventuran a salir de su casa ya lo hacen protegidos con cubre bocas, sólo para ir a comprar comida o medicinas.

Pero en el mientras tanto, la vida continúa y el estado anímico es fundamental para poder hacerles frente a los cambios impuestos.

El virus nos aísla e individualiza. No alcanza a generar algún sentimiento colectivo fuerte. Vamos perdiendo la sensación del contacto humano. El COVID-19 provoca miedo e inseguridad, pero en muchos también está provocando tedio. Después de los sentimientos iniciales de terror o coraje, de indignidad o heroísmo, se extiende una emoción unánime de monotonía.  Nos sentimos como una PC que perdió su configuración y que necesitamos “resetearnos”.

Una sociedad sometida a semejante impacto, no podrá evitar sentirse sacudida cultural, social y materialmente. La dificultad del análisis se refiere al hecho de que los efectos más inmediatos no son necesariamente los más decisivos.

Tras esas modificaciones profundas que está experimentando la población mundial habrá seguramente conclusiones determinantes cuando la pandemia termine.

¿Cómo se recordará la pandemia cuando pase? Quizás muchos evocarán esos días con temblor, recordando la fragilidad de la vida.

La huella psicológica que dejará a cada persona el Covid-19, va a depender de cómo pueda manejar esa situación y si tiene red de contención.

Qué es más importante: ¿Conservar la salud y no trabajar o poder trabajar y perder la salud?

¿Qué es más importante: conservar la salud biológica o conservar la salud mental?

Recuperar la salud biológica puede llevar días o semanas. Recuperar la salud mental requerirá meses o años.

¿Quizás no estaremos centrando demasiado en la salud física y demasiado poco en la mental?

El tiempo lo dirá.

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