PANDEMIA Y DESIGUALDAD SOCIAL
La pandemia sanitaria, hizo visible una pandemia social: la inequidad. El virus penetró en la sociedad por los poros de la desigualdad en salud, educación, vivienda y trabajo, impactando cual “angel exterminador” en pobres y ancianos. Pobreza-Enfermedad es una asociación causal.
Resulta incierto y complejo gestionar una pandemia en contextos de pobreza y desigualdad social, como ocurre en América Latina. Una región, donde las ciudades capitales están rodeadas por enormes círculos de pobreza, las estrategias sanitarias de las autoridades no pueden ser las mismas que se aplican en países europeos, con otra realidad económica y social.
Además la propia historia nos enseña que las epidemias son el reino de las incertidumbres, donde es necesario reconocer y aprender a convivir con ellas. Dentro de ese marco, articular una respuesta política y de salud pública, no es facil para ningún país. Reconocer esa incertidumbre y navegarla desechando las respuestas simplistas, el exitismo, la ideologización de este problema de salud pública, es el primer paso para llegar a la eficacia.
“Salud y Sanidad, no son sinónimos. La pandemia demostró que la determinación de una buena o mala salud es multifactorial”
No sólo intervienen factores psicobiológicos, sino también por factores no sanitarios, como los socioeconómicos. También demostró dentro de la sanidad, que la respuesta hospital centrista fue necesaria, pero no suficiente, para evitar el avance de la pandemia.
Una crisis sanitaria de magnitud es una verdadera prueba de estrés para cualquier sistema sanitario. Y tal como como ocurre cuando irrumpen las situaciones de estrés, la respuesta puede ser básica y simplista, o lo que es peor, reccionar con abordajes complejos y buroráticos, que finalmente todos terminan siendo ineficaces.
La versión más simplista en la educación sanitaria consistió en dar consejos, pero sin estudiar las oportunidades y límites para seguirlos. Pero más aún, se han incumplido enseñanzas básicas de la comunicación en crisis y de la implementación eficaz de intervenciones en la comunidad, por no haber convocado a líderes sociales.
Se pretendió enfrentar la pandemia con más recursos sanitarios (más camas UCI, más hospitales, más pruebas diagnósticas, etc), que lograron aplanar la curva, pero con magros resultados finales.
“Se logró llegar a una meseta, pero debajo de ella hay muchos muertos enterrados”.
Hoy lo esencial no es determinar si el Covid19 es más o menos grave que una gripe estacional o si la podemos o no contener, sino el nivel de respuesta que tiene nuestro sistema sanitario ante picos de demanda. Parecería que ahora el bien a proteger (y evitar su colapso) es la Sanidad hospitalaria.
Pero existe otro bien, uno que está desprotegido: el social, que fue el más perjudicado con las medidas antipandemia. El confinamiento agravó la situación de hacinamiento en las clases más vulnerables. Como siempre, en una crisis los de más abajo de la escala social, son los que más sufren. Esta situación de hacinamiento y precariedad crecientes, termina siendo una bomba de relojería en medio de una pandemia.
Después de meses de confinamiento y cierre de actividades, el nivel de propagación del virus siguió creciendo. Llevamos mucho tiempo con unos niveles de transmisión comunitaria alta, unidos a un nivel alto de muertes. El aumento de la mortalidad fue en sintonía con la propagación del virus: Argentina es el quinto país con más infectados y llegó a ser el país con más muertos por millón de habitantes. Nos fijamos ahora más en la bajada de la curva pero no en el acumulado de muertes. ¿Nos estaremos acostumbrando a centenares de muertos diarios? En casi todos los países se ha llegado a una situación no querida: la naturalización de los muertos:.
“Un muerto es una tragedia; cuando llega a decenas de miles, se convieirte en un dato estadístico”
Se ha instalado en la población que las muertes ocurridas, son los que debían ocurrir. El concepto de muerte evitable sigue ignorado por el inconsciente colectivo. No llega a la población que una parte muy importante de los muertos que tenemos son evitables. Es tristemente similar a lo que ha pasado con las muertes por accidentes de tráfico, que continúan naturalizadas en la sociedad.
Pese a que no existen todavía estudios rigurosos sobre la mortalidad en la pandemia por clases sociales, hay un estudio en Reino Unido sobre mortalidad,realizado en clases sociales y ocupaciones entre marzo y junio, que constató que las tasas de mortalidad más altas por Covid19 estaban en las ocupaciones más bajas y precarias. En el caso de los hombres tenía que ver con personas que cuidaban, conductores, obreros, etc. En las mujeres, en los serivicos domesticos y de cuidados.
CONCLUSIÓN: La ineficacia para afrontar la pandemia, se debe que a que se aplicó una epidemiología y una salud pública de siglo XIX a una pandemia del siglo XXI. A la hora de la verdad, lo que ha imperado son las respuestas más securitarias, culpabilizadoras y clasistas.
Se ha desatendido la complejidad, la diversidad y la desigualdad social…y esa omisión en muchos países significó más enfermedad, más sufrimiento y mayor pobreza. Se logró aplanar la curva, pero aumentó la brecha social.
A esta inequidad se las llama, “Desigualdades sociales en salud” porque son diferencias en salud injustas (por tener un origen social) y evitables (con políticas públicas).
“La desigualdad en salud es la peor de las desigualdades”
La enfermedad y la muerte prematura “están determinadas socialmente” y la pandemia no es una excepción. Sólo las acciones de la Sanidad no alcanzan para enfrentar la pandemia; deben aplicarse políticas públicas, que mejoren las condiciones de vida de los más vulnerables; sólo disminuyendo esa brecha de desigualdad social, mejorarán los resultados generales en la salud colectiva.
Para proteger la salud en la pandemia se necesita inmunidad biológica, pero también social. Los anticuerpos bioquímicos son tan importantes como los sociales: trabajo, vivienda y educación.
En Sanidad no siempre lo urgente es lo más importante:
En una pandemia lo urgente es encontrar una vacuna; lo importante es superar la desigualdad social.
CULTURA ANTIEPIDÉMICA:
El presente no es un buen alumno del pasado. La historia puede señalar una hoja de ruta, pero nada más. Lo que sí enseña la historia, que además del daño social que provocan, las endemias también ponen en evidencia la incertidumbre de la ciencia médica. Confirma la definición de Osler sobre la Medicina, que “es la ciencia de la incertidumbre y el arte de la probabilidad”.
Para tener éxito para enfrentar una pandemia, el primer paso es reconocer y aprender a convivir con la falta de certezas. Articular una respuesta política, de salud pública, en medio de la incertidumbre que acompaña la Covid19, requiere además de las acciones sanitarias, que la sociedad adopte una “cultura antiepidémica”, un objetivo que todavía sigue lejano en esta crisis. Algunas sociedades lo han logrado, especialmente las orientales. Hace décadas que China, Japón y Corea han internalizado el uso de las máscaras y la distancia social, al punto que hoy forman parte de la estética corporal que se observa en las calles de las grandes ciudades. Quizás, en los países occidentales, los niños que para su contacto social, usan las máscaras desde los primeros años de vida, sean los adultos del futuro que hayan adquirido esa cultura de prevención que hoy no tenemos como sociedad, por carecer de historia. Ese es nuestro desafío y posiblemente todavía nos falte una generación para internalizar esa conducta.