La banalización de la información va construyendo una persona superficial, indiferente y trivial. Asistimos a la irrupción de una “cultura Light“, una síntesis insulsa que transita en la banda media de la sociedad, expresada en comidas sin calorías, sin grasas y hasta sin condimentos…todo suave, ligero, sin riesgos, en búsqueda del bienestar, que no es sinónimo de salud. No atañe sólo a la alimentación sino a lo social. Se va gestando así un individuo frío, incapaz, desconcertado, aburrido, abrumado por tanta noticia negativa, incapaz de hacer la síntesis de todo lo que le llega. Hay riesgo de llegar a una forma especial de masificación, de gregarismo a tal punto, que todos todos podrían decir lo mismo, los tópicos y lugares comunes se repiten de boca en boca. Un hombre así, seguramente no dejará huella. En su vida ya no hay ni habrá rebeliones. En una cultura light la moral se convierte en una ética de reglas de urbanidad o en una mera actitud estética. “El ideal aséptico” es la nueva utopía. El hombre light se se parece al telespectador que que mira con estupor al mundo a distancia haciz endo. Su vida se reduce a un permanente zapping, sin saber a ciencia cierta lo que busca, inundado por el aluvión informativo imposible de desmenuzar, proclive a leer sólo libros de autoayuda.
Light como forma de consumo.
Light es la palabra mágica que hoy esta de moda y con la que se trata de vender una serie de productos de menor valor energético para conseguir una línea esbelta, desde una bebida cola sin cafeína, la cerveza sin alcohol, el tabaco sin nicotina, la sacarina hasta el queso sin grasa. Su proliferación tuvo lugar hacia los años ochenta en Estados Unidos con la práctica del jogging y del ejercicio en los gimnasios; después llega a Europa y se extiende por todo el mundo. La aparición de estos productos cada día es mayor: leches desnatadas, mermeladas con poco azúcar, pan, cremas sin nata, refrescos, mayonesas, aceites, entre otros. Lo Light lleva implícito un verdadero mensaje: todo es ligero, suave, descafeinado, liviano, aéreo, débil y todo tiene un bajo contenido calórico; podríamos decir que estamos ante el retrato de un nuevo tipo humano cuyo lema es tomarlo todo sin calorías.
Light como estilo de vida.
Una persona “light” puede estar relativamente bien formada, pero con escaso contenido humanístico, muy entregada al pragmatismo por una parte y abordando diversos tópicos por otra. Todo le interesa, pero en un tono epidémico. Es incapaz de hacer la síntesis porque no llega a procesar lo que registra, de tal forma que se fue convirtiendo en un sujeto trivial, inconsistente en sus ideas, frívolo, que al aceptar todo sin tener criterio sólido, se expresa por actitudes ambivalentes. Para esa persona todo se torna en etereo, volátil, banal y hasta permisivo. Ha visto tantos cambios, tan rápidos y en un tiempo tan corto, que ya no sabe a que atenerse,. Muchas de ellas terminan acuñando las expresiones como “es lo que hay” ” o “que mas da” o “las cosas viven cambiando”. Y así se puede encontrar un buen profesional en su tema, que conoce bien la tarea que tiene entre manos, pero que fuera de ese contexto flota a la deriva, sin ideas claras, indefenso ante la lluvia informática que aporta el mundo digital.
Light como factor socializante de la inmadurez.
Se alcanza así una cima desoladora y terrible: la socialización de la inmadurez, que se va a definir por tres ingredientes: desorientación, inversión de los valores y un gran vacío espiritual. Así las cosas, ya casi nadie cree en el futuro. Se ha disuelto la confianza en el porvenir ante el espectáculo que tenemos delante. Ya no se ve gente tan entusiasmada por una idea, ni apasionada por un ideal. Estamos frente a un hombre cada vez más endeble, indiferente y permisivo, que navega sin rumbo, perdido el objetivo de mira y los grandes ideales. Hay un sentimiento en gestación: la ansiedad. Es la respuesta a un presente con futuro incierto, temeroso y cargado de expectativas. Cuando en una sociedad predomina la cultura light, ésta será decadente y opulenta. Todo lo que sucede invitará al no compromiso. La falta de utopías puede conducir a una progresiva pérdida de las pasiones y los ideales, tan necesarios para concretar la realización personal.
El objetivo: Recuperar el humanismo.
Sólo hay un sólo camino: volver a ese humanismo coherente comprometido con los valores; un camino del cual nunca se debió salir. Esto hará que la vida recupere su sentido sentido. La educación y la cultura pueden resultar los medios para difundir una nueva mentalidad, más humana y menos mercantilista y más fraterna. La valoración del ser humano como fin y no como medio. Un renovado humanismo que debe darse a través del recuerdo de nuestro pasado, del conocimiento pausado del inmenso legado del que somos portadores. Lejos de la volatilidad de la información, de la liquidez permanente del cambio por el cambio, de la banalización del saber, recuperar la escuela y la Universidad como motores de cambio. Parece utópico un cambio tan rotundo de paradigma en nuestra cultura, y lo es. Por eso vale la pena intentarlo.